martes, 29 de mayo de 2012

       Hoy quería escribirte algo especial pero la verdad es que todo lo que me sale decirte ahora mismo seguramente te vaya a aburrir porque siempre te estoy repitiendo lo mismo.. así que he pensado en enseñarte una cosa que escribí después de haberte visto en nochevieja, espero que te guste:

" Por fin llegó, y su presencia hizo que la sala quedase vacía para ella, su entorno enmudeció al encontrarle con la mirada. De pronto aquella vorágine en la que se había convertido su vida se silenció por primera vez en mucho tiempo. Él era, sin duda, su centro de equilibrio. Su rostro parecía destacar sobre todos los demás, aquellos rasgos dulces y a la vez marcados, como los de una roca que ha sido esculpida por las olas durante siglos de embestidas del mar. Era distinto a cualquier otro, hermético para muchos y sin embargo un libro abierto para ella. Conocía cada gesto, el significado de cada mirada y es que había provocado tantas veces su risa, su enfado, su deseo, su paz, había sido testigo de sus palabras, sus ilusiones, sus ideas, de sus días y de sus noches. Ansiaba tanto hablar con él. Sin embargo, entre ellos nunca habían hecho falta las palabras, tenían su propio idioma, aquella electricidad que los envolvía cada vez que estaban juntos, aquel magnetismo inexplicable, igual que el de dos polos opuestos. Así es como los describía la mayoría, como dos polos opuestos. Sin embargo, los dos sabían que en realidad se parecían mucho más de lo que pudiese parecer a simple vista.

Allí estaban, una vez más, a tan solo unos metros de distancia como si sus caminos no se hubiesen separado nunca y el tiempo no hubiese avanzado ni un solo segundo. Desde aquel sofá en la esquina podía observarle y pasar desapercibida, era mágica la paz que transmitía con tan solo mirarlo. Tenía una elegancia natural que le diferenciaba, era asombroso como simplemente sentado en aquel sofá, conseguía ser, sin saberlo, el centro de todas las miradas. Se dio cuenta de que ahora, ella, había pasado a ser una espectadora más, sin embargo desde aquel rincón podía volver a disfrutar de él del mismo modo en el que lo había hecho tantas otras noches atrás mientras él dormía. Entonces, había sido capaz de acariciar con sus propias manos sus labios y sus mejillas, aquella curva de su mentón, como un niño que necesita tocar para creer lo que ven sus ojos. Había soñado tantas veces con ello que vivirlo en su propia piel le había parecido un cuento de fantasía. 

Y en aquel momento lo único que deseó fue precisamente eso, poder volver a vivir un pedacito de aquel cuento, aunque  fuese solo una vez más. "




Que descanses mucho... Buenas noches