lunes, 11 de junio de 2012


Aquí va tu sorpresa cursi...

"agosto del 2009;

       Ya era tarde, aquellas siestas siempre se le iban de las manos, tendría que estar estudiando y sin embargo sabía que no iba a poder. Había vuelto a soñar con él y necesitaba verle. Él tendría que ir a entrenar, pero aún era pronto para eso, apenas había terminado de comer. No hubo más que decir y en cuestión de minutos se alejaban del ajetreo de la ciudad en su coche. Les gustaba evadirse en aquel lugar, justo detrás del colegio en el que habían estudiado. Allí reinaba la calma y no existían las preocupaciones. Allí se paraba el tiempo, el sol también se había quedado dormido y permanecía inmóvil entre el dibujo de las pequeñas colinas que les rodeaban, inundando el paisaje con los penúltimos rallos del día. No necesitaban nada más. Se pararon allí, donde la hierba había crecido salvaje y alcanzaba las ventanillas, el verano había hecho de las suyas y la había convertido en paja, que ahora bailoteaba al son de la suave brisa estival. Aquella danza les invitó a acercarse, una mirada, una caricia, un latido, un escalofrío, un latido más fuerte y un beso. Verdaderamente le deseaba, la desarmaba por completo al presionar sus manos contra su piel, transmitían fuerza y determinación de la manera más dulce posible. Se perdía en sus labios, tiernos y cálidos, y a la vez sedientos de más. Con cada beso crecía su deseo, anhelaba cada centímetro de su piel y pronto la ropa no hizo falta. Uno solo de los asientos era suficiente, sentir el peso de su cuerpo, cada uno de sus movimientos hacía que le ansiase más.

      Encajaban a la perfección, como las piezas de un rompecabezas, aquel placer era maravilloso, intenso, puro. Quedaría grabado en su mente para siempre, incluso años después lo recordaría con la misma pasión. Volvería a evocar su aroma, su tacto, su fuerza. No le cabía ninguna duda de que aquel era el hombre de su vida, con tan solo una mirada le hablaba alto y claro a su corazón. Sacudía su interior despertando cada sentimiento dormido. Aquello era querer. Se había hecho de noche y no había estudiado, él tampoco había entrenado, pero y eso ¿qué más daba? La vida merecía la pena por tardes como aquella. Cada uno suponía la felicidad del otro, y ante algo así, todo lo demás, simplemente daba igual."

Buenas noches